Hay lugares peores que Guantánamo. La CIA ha creado un limbo en el mar para sospechosos de terrorismo islamista lejos de testigos incómodos. La verdad apenas empieza a abrirse paso
Este barco está haciendo algunas cosas buenas que no puedo revelar", espetó después del 11-S el vicealmirante norteamericano David Brewer sobre una de sus criaturas más preciadas, el buque de asalto anfibio USNS Stockham, uno de los gigantes de la Armada de Estados Unidos que operan desde la base norteamericana de Diego García, una isla británica en el océano Índico.
"Mi compañero de celda me dijo que la prisión del barco era peor que Guantánamo", dice el ex preso Moazzam Begg
"En Bagram me hablaron de las cárceles flotantes. De cómo llevaron a Al Libi en una caja hasta el barco"
Un libio trasladado al buque 'USS Bataan' se halla desaparecido. Una lista oficial asegura que ya no es un peligro
Altos mandos de la Armada de EE UU confirmaron el traslado de varios detenidos a diferentes barcos
Los barcos sospechosos operan en Diego García, una isla británica convertida en centro secreto de detención
Agentes de la CIA alquilan barcos privados en aguas de África para interrogar a su antojo a los islamistas detenidos
Meses después de esta intrigante declaración, en las celdas de Guantánamo (Cuba), el ruso Rustam Akhmiarov y el británico Moazzam Begg recibieron confidencias de sus compañeros de campo en las que les hablaron de un limbo en el mar, de cárceles flotantes mucho peores que la base en Cuba. A ambos les explicaron en qué consistían las "buenas acciones" de barcos como el Stockham.
Rustam todavía tiene grabada la frase de aquel preso afgano, un hombre de unos treinta años que hablaba ruso: "Antes de venir aquí estuve preso en un barco norteamericano junto con otras cincuenta personas. Nos tuvieron encerrados en las bodegas. Aquello era como si lo vieses en la televisión, igual que una película. Nos golpeaban y trataban peor que aquí, en Guantánamo". Rustam ignora el nombre de su interlocutor, pero ahora, fuera ya del infierno, habla desde Rusia con otros "hermanos" que conocieron a este prisionero para que le ayuden a identificarlo.
Entre marzo y julio de 2004, el Military Sealift Command (MSC), que depende del Ministerio de Defensa de EE UU, dirigido por Brewer desde agosto de 2001 hasta su retiro en 2006, modificó el USNS Stockham para dotarlo con capacidades adicionales de apoyo a la lucha global contra el terrorismo que incluían un módulo médico, nuevas comunicaciones, pistas de aterrizaje y otras consideradas secretas. La inversión fue de tres millones de dólares. En realidad, éste y otros barcos anfibios de la Armada de Estados Unidos se adaptaban para una nueva y "buena" misión de la que sus comandantes no pueden hablar: un limbo en el mar, un Guantánamo separado de la tierra donde se esfuma cualquier responsabilidad. José Ricardo de Prada, ex juez internacional en la Sala de Crímenes de Guerra de la Corte de Bosnia-Herzegovina, lo explica: "En una cárcel así no hay referencia ni anclaje territorial. La patente de corso es total. Nadie se hace responsable".
El británico Moazzam Begg, secuestrado en su casa de Islamabad (Pakistán) y preso en Guantánamo durante tres años, también oyó historias sobre las cárceles flotantes de la CIA, uno de los secretos mejor guardados de la denominada guerra global contra el terror de la Administración de Bush, según relata a EL PAÍS. Moazzam reside en Birmingham (Reino Unido) y recuerda los testimonios de sus compañeros. "David Hicks, el talibán australiano, estaba en Guantánamo en una celda próxima a la mía. Me contó que, después de detenerlo, le llevaron a un barco prisión. Le interrogaron durante varios días; le insultaron, golpearon, patearon y abofetearon. Le torturaron. Me dijo que allí estaba también John Walker, el norteamericano convertido al islam. Me confesó que aquello era peor que el sitio donde estábamos".
A Begg, de 40 años, casado y padre de cuatro hijos, aquella historia le resultó familiar. "Cuando estuve detenido en la base aérea afgana de Bagram", recuerda, "los agentes de la CIA que me interrogaron, me dijeron que si no colaboraba me mandarían al mismo lugar que a Al Libi (Ali Abdul-Hamid al Fakhiri), un preso que había estado en un barco prisión y que desde entonces está desaparecido. Allí y en Kandahar, varios prisioneros de Bagram me hablaron de las cárceles flotantes, de cómo habían llevado a Al Libi en una caja de madera hasta un barco. Los relatos eran muy parecidos".
El talibán australiano David Hicks, el mulá afgano Abdul Salam Zaeef, el norteamericano convertido al islam John Walker Lindh y el libio Ali Abdul-Hamid al Fakhiri han revelado a gente como Begg su estancia en los bajos de barcos de la Armada norteamericana convertidos en prisiones flotantes. Allí los prisioneros eran maltratados y golpeados con la culata de los rifles. Les tomaron fotografías y fueron interrogados por psiquiatras y psicólogos, tipos de distintas nacionalidades que, después de las sesiones de tortura, aparecían con sus batas blancas de aspecto inofensivo y lanzaban mensajes tan naturales y desconcertantes como éste: "Tranquilo, chico, cuéntame tus sueños".
Hicks, el talibán australiano, de 32 años, casado y padre de dos hijos, conoció dos cárceles flotantes. Primero, la del USS Peleliu, un barco norteamericano de asalto anfibio bautizado con el nombre de una batalla de la II Guerra Mundial. Más tarde fue trasladado al gigante Bataan, otro barco de asalto en el que probablemente estuvo preso el afgano que se confesó ante su vecino de celda.
El 11 de enero de 2002, Hicks fue trasladado en un vuelo de la CIA, junto con otros 24 prisioneros, desde Kandahar hasta Guantánamo. El avión C-141 Starlifter hizo escala en Morón de la Frontera (Sevilla), según datos de la autoridad aeroportuaria portuguesa que ha obtenido Reprieve, la ONG británica que defiende a presos de Guantánamo. AENA ha asegurado a la Audiencia Nacional que no le constan datos de ese vuelo, pero el juez Ismael Moreno y el fiscal Vicente González Mota investigan estos traslados.
Cuando llegó a Guantánamo, Hicks se dejó el pelo largo para proteger sus ojos de la luz permanente que iluminaba su celda, según explicaron sus abogados. Hace un año fue el primer preso en comparecer ante un tribunal militar en Guantánamo: lo hizo envuelto en sus melenas y en el uniforme caqui que visten los presos de buena conducta. Se declaró culpable de los cargos que le imputaban -recibir entrenamiento en un campo de Al Qaeda y luchar con los talibanes durante la invasión de Afganistán a finales de 2001- quizá para lograr que le dejaran cumplir su condena en Australia. "Ha vivido durante cinco años en el infierno. Sólo quiere volver a casa", declaró Terry Hicks, su padre, a una radio australiana. En diciembre de 2007 lo logró y regresó a su país. Allí cumplió nueve meses de una sentencia de siete años, y quedó en libertad condicional.
John Walker, de 22 años, el talibán norteamericano convertido al islam, fue capturado por las fuerzas de la Alianza del Norte (fuerzas afganas contrarias a los talibanes) en noviembre de 2001. Su primera celda fueron las bodegas del USS Peleliu, el mismo navío en el que estuvo el australiano. A bordo recibió tratamiento médico para la deshidratación, hipotermia y congelación. Un doctor extrajo la bala que dos semanas antes se había alojado en su pierna, según han declarado médicos militares. Su familia asegura que durante aquellos días fue interrogado sin abogado y sin que se le informara de sus derechos. El general Tommy Franks declaró entonces: "Continuaremos controlándole a bordo del Peleliu hasta decidir si lo juzgamos por lo militar o por lo civil".
Walker ya ha sido juzgado y cumple una pena de 20 años de cárcel por unirse al ejército talibán. "Fue víctima de la histeria posterior al 11-S. Mi hijo no luchó contra los americanos. Se ha interpretado mal su historia", ha declarado Frank, su padre.
En el USS Bataan, y junto a David Hicks, el talibán australiano, estuvo también el mulá Abdul Salam Zaeef, el antiguo embajador del Gobierno talibán en Pakistán, el hombre de la barba y el turbante que se hizo famoso por las ruedas de prensa posteriores al 11-S en las que, rodeado de toda la prensa internacional, defendía a capa y espada al mulá Omar. Zaeef, de 41 años, fue detenido en enero de 2002 en su casa de Islamabad y encerrado una semana en una celda en las tripas del Bataan, según él mismo ha confesado. Allí fue interrogado varias veces sobre el paradero de Bin Laden. Los servicios secretos norteamericanos creían que conocía su escondite en las montañas de Tora Bora.
Desde la celda del barco prisión, Zaeef fue trasladado a la base aérea afgana de Bagram, la misma en la que estuvo el británico Begg. Allí permaneció varios meses hasta su viaje a Guantánamo, donde, durante tres años, escuchó centenares de veces la misma pregunta: "Tú lo sabes. ¿Dónde están Bin Laden y el mulá Omar?". En septiembre de 2005, el Gobierno norteamericano decidió que el diplomático talibán no era peligroso y se le puso en libertad. Ahora vive en Afganistán junto a sus dos esposas y sus ocho hijos.
El libanés Ali Abdul-Hamid al Fakhiri tuvo peor suerte. Informes oficiales obtenidos por varias organizaciones de derechos humanos aseguran que el 9 de enero de 2002 estaba en una celda a bordo del USS Bataan. Desde entonces nadie conoce su paradero y sólo se sabe que fue trasladado a Egipto. Allí se perdió su pista. Informes de Amnistía Internacional aseguran que un funcionario estadounidense ha admitido el traslado de Al Fakhiri a un tercer país para continuar con su interrogatorio. El 19 de julio de 2006, su nombre se incluyó en una lista de terroristas que ya no constituyen una amenaza para EE UU. Una relación en la que se pueden encontrar nombres de muchos desaparecidos sobre los que la CIA no da ninguna explicación.
Al Fakhiri fue detenido en noviembre de 2001 en Kohat (Pakistán) por agentes del ISI, el temible servicio secreto paquistaní. Le acusaron de dirigir un campo de entrenamiento terrorista del Grupo de Combate Islámico de Libia en Al Khaldan (Afganistán). Al igual que centenares de detenidos, fue vendido a los agentes de la CIA. Algunos testimonios sin confirmar aseguran que este preso se encuentra en una cárcel de Trípoli, enfermo de tuberculosis. Su nombre figura en la lista de desaparecidos de seis organizaciones de derechos humanos. Estados Unidos nunca ha reconocido su detención. Pero si no le han detenido, ¿por qué incluyen su nombre en la lista de terroristas que ya no son una amenaza para ese país?, se preguntan sus familiares. Nadie del Gobierno norteamericano ha aclarado esta contradicción.
El testimonio a EL PAÍS del británico Moazzam Begg o las pistas que estos y otros presos dejaron en los buques norteamericanos convertidos en cárceles flotantes no son la única prueba sobre el nuevo limbo creado por los servicios secretos de EE UU.
El almirante John Stufflebeem confirmó en 2001 los traslados de Walker, el talibán norteamericano, y de otros presos al USS Peleliu. "Uno [de los recluidos] es el señor Walker. Los otros cuatro no eran afganos, creo que eran una mezcla de talibanes y miembros de Al Qaeda. No tengo más detalles. No sé sus nombres o el grado que tenían". Y justificó así su presencia en los barcos: "El comando central lo determina por cuestiones médicas, para su protección y aislamiento, para que no vengan fuerzas a rescatarlos del centro de detención, por seguridad y obviamente para seguir interrogándoles". Ese mismo año, en 2001, el entonces subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, señaló: "Ustedes saben que hemos tenido cinco detenidos a bordo del Peleliu, uno australiano, otro norteamericano y tres talibanes de Al Qaeda. Son gente importante, pero una de las razones para no identificarlos todavía es que no estamos seguros de que sus compinches sepan que les tenemos".
Entonces nadie sospechó que algunos barcos de la Armada se habían transformado en cárceles flotantes, pero cuatro años después, en junio de 2005, el relator especial de la ONU para asuntos de terrorismo lanzó una advertencia rotunda: "Tenemos pruebas muy serias de que Estados Unidos está deteniendo a sospechosos de terrorismo en varios lugares del mundo, especialmente a bordo de cárceles flotantes en la región del océano Índico".
Ahora, Reprieve, la ONG de abogados británicos que investiga los vuelos de la CIA, presenta nuevas pruebas sobre el limbo flotante creado por los servicios secretos norteamericanos. Señala en sus informes a 17 barcos de la Armada norteamericana que, presuntamente, están siendo utilizados para interrogar a prisioneros lejos de testigos incómodos. Clara Gutteridge, de 30 años, investigadora de Reprieve y autora de un informe preliminar sobre el limbo marino, explica en su oficina de Londres que se ignora el número de personas que han permanecido presas en estos barcos. "No sabemos cuántos sospechosos han sido encarcelados en ellos, pero hay gente que habla de haber convivido en uno de ellos hasta con cincuenta personas. El Pentágono está destruyendo interrogatorios y fotografías de estas cárceles flotantes, pero estas pruebas existen, ahora están clasificadas y acabarán saliendo a la luz". El comandante Jeffrey Gordon, portavoz de la Armada de Estados Unidos, ha negado la existencia de estas prisiones y sólo reconoce que algunos detenidos permanecieron allí durante los primeros días de su detención.
Gutteridge responde que las cárceles flotantes no son transitorias, como dice Gordon, y que su misión es "mantener a prisioneros lejos de la mirada de la prensa, de sus abogados o de sus países de origen. Se les interroga a bordo durante un periodo determinado y luego se les traslada a lugares desconocidos". Y habla de una teoría geográfica que explicaría por qué tantas pistas apuntan a la isla británica de Diego García, en el océano Índico, donde operan el Stockham, el Bataan y otros buques de los que el vicealmirante Brewer no puede revelar su actividad en la lucha contra Al Qaeda.
En Diego García se halla una de las mayores bases navales y aéreas norteamericanas fuera de Estados Unidos. La isla acoge a la VII Flota del Índico, a los bombarderos B-52 que operan en Irak y Afganistán y a escuadrillas de submarinos dotados de misiles antinucleares. Es un fortín inexpugnable.
Allí no hay testigos. Los pobladores, descendientes de emigrantes indios y antiguos esclavos, fueron obligados a abandonar la isla hace 30 años, justo cuando llegaron los militares norteamericanos. Algunos de sus descendientes todavía dirimen en los tribunales su derecho a regresar. Ahora, Diego García se ha convertido en un centro de interrogatorio secreto, según han revelado ex agentes de EE UU. Uno de ellos confesó al juez Baltasar Garzón que Mustafá Setmarian, de 50 años, miembro de la cúpula de Al Qaeda detenido en 2005 en Quetta (Pakistán) y luego desaparecido, fue trasladado a Diego García. Al igual que en el caso del desaparecido Al Fakhiri, el 19 de julio de 2006 la Administración norteamericana incluyó su nombre en la lista de terroristas que ya no constituyen una amenaza. ¿Estuvo también Setmarian en una cárcel flotante?
El general norteamericano Barry McCaffrey, un hombre respetado en el ejército y antiguo combatiente en Vietnam, ha reconocido varias veces que "sospechosos de terrorismo" han sido trasladados a la isla, y el Consejo de Europa hizo una declaración en junio de 2007 en la que se afirmaba que "está confirmado que agencias de inteligencia de EE UU han utilizado el territorio de Diego García, cuya responsabilidad legal internacional corresponde al Reino Unido, en los interrogatorios de detenidos de alto interés".
La investigadora británica explica así su teoría geográfica sobre los traslados de presos: "Los servicios secretos necesitan tener cerca a diferentes presos para contrastar sus respuestas en los interrogatorios. En la Comisión de Investigación del 11-S ya se habló de la decisión estratégica de tenerlos en la misma zona". Peces gordos de Al Qaeda como Abu Zubaida, Khalid Shaikh Mohamed o Ramzi Binalshibh (estos dos últimos, organizadores del 11-S) fueron interrogados en una cárcel secreta de Tailandia y luego trasladados a Polonia, donde se halla una de las prisiones ocultas en Europa. Se sospecha que también pasaron por Diego García para ser sometidos a careos con otros presos y buscar contradicciones en sus relatos.
"El Gobierno británico sabe lo que está ocurriendo allí. Está compartiendo la información que se obtiene en Diego García. Seguro que reciben informes de los detenidos, pero no de las circunstancias y de los lugares secretos donde están los detenidos", acusa Clara Gutteridge. "Nuestro Gobierno también es cómplice", apostilla Clive Stafford, el director de Reprieve, un letrado que ha asistido a varios presos en Guantánamo.
Uno de los barcos en el punto de mira de la ONG es el USS Ashland. En 2007 este buque navegó por las costas de Somalia y dirigió operaciones para capturar terroristas de Al Qaeda, vigilar el tráfico marítimo e interrogar a las tripulaciones de barcos sospechosos. Numerosos detenidos por las fuerzas de Somalia, Kenia y Etiopía fueron interrogados por miembros del FBI y de la CIA. Según la organización humanitaria londinense que dirige Stafford, el Ashland y otros barcos que operaban por el golfo de Aden fueron el escenario de estos interrogatorios. Alrededor de cien personas han "desaparecido", sostiene, en su camino hacia prisiones de esos tres países africanos y de Guantánamo. "Muchos de los desaparecidos pueden estar presos en algunos de estos barcos", sugiere Moazzam Begg, el ex preso de Guantánamo que recibió los primeros testimonios.
En septiembre de 2006, George Bush declaró que "las prisiones secretas están ahora vacías", pero Reprieve y otras organizaciones de derechos humanos aseguran lo contrario. "En los últimos seis meses, nosotros y otras asociaciones hemos seguido más de 200 casos de detenciones secretas", aseguran los informes de esta ONG; en uno de ellos, titulado Sin rastro oficial, seis organizaciones de derechos humanos cifran en 39 las personas desaparecidas. Un informe oficial del Congreso estadounidense estima en más de 14.000 las personas que han sido objeto de rendición y detenciones secretas desde 2001. EE UU admite que ha capturado a 80.000 prisioneros en el marco de la denominada guerra contra el terror.
Reprieve persigue ahora nuevas pistas sobre las cárceles flotantes. Sus investigadores creen que la CIA alquila barcos privados con banderas de conveniencia de países como Panamá u otros para mantener presos ocultos en aguas de África, un continente donde los grupos asociados a Al Qaeda están cada día más presentes. Es otra vuelta de tuerca para evitar testigos militares que se puedan volver incómodos en el futuro.
Moazzam Begg, el ex preso británico en Guantánamo al que sus compañeros de celda confesaron la existencia de las cárceles flotantes, explica la diferencia entre estar en Guantánamo o pasar por un barco prisión. "En el barco pueden hacerte todavía más daño. Nadie sabe dónde estás, ningún abogado o miembro de Cruz Roja puede visitarte o identificarte. Es el limbo de los limbos. El aislamiento es absoluto. Tus captores son los únicos testigos". Begg dirige sus críticas a los Gobiernos de Pakistán -país donde fue entregado a agentes de la CIA- y Estados Unidos. "¿Cómo acabar con esto?", se pregunta. Y responde: "Las víctimas debemos resistir, y los Gobiernos y servicios de inteligencia de Pakistán y EE UU deben reconocer que lo que están haciendo es absolutamente equivocado".
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Montilla afirma que Catalunya está por delante de Zapatero
- • El líder de los socialistas catalanes clausura el congreso con un exigente discurso
- • "No nos ha gustado la música" de la propuesta del Gobierno en financiación autonómica, asegura
El
president, José Montilla, ha clausurado hoy el 11° congreso del PSC con un exigente discurso ante José Luis Rodríguez Zapatero, al que ha recordado que para el PSC está por delante de todo la defensa de Catalunya, a la que ha pedido que "no decepcione" en cuestiones como la financiación.
Ante los delegados del PSC y el presidente del Gobierno, al que ha recordado que él mismo apoyó el nuevo Estatut, Montilla ha admitido que "no nos ha gustado la música" de la propuesta del Gobierno en financiación autonómica, una cuestión "inaplazable" de resolver pese a los "costes" que pueda generar al PSOE en el resto de España por los "prejuicios" que hay respecto de los catalanes.
"Los socialistas catalanes te queremos bien, te queremos mucho, pero aún queremos más a Catalunya y a sus ciudadanos, los queremos apasionadamente, nos debemos a ellos, nos debemos a sus ciudadanos, a sus problemas, a sus expectativas, a su justas demandas, a su cultura, a su lengua y a su Estatut, que vamos."
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Las españolas vuelven a los prostíbulos
La crisis empuja a muchas mujeres a volver a un oficio copado por extranjeras - Los precios se derrumban y el cliente es más vejatorio y exigente
Una madame -o mami, en jerga más actual- presenta a la chica como Ana. Es muy joven, guapa, de aspecto poco artificioso. Viste la camiseta de la selección nacional de fútbol y un tanga. "Es natural, cercana, es lo que tienen las señoritas españolas", dice su madame. Ana tiene una mirada mortecina y una sonrisa suave cuando da dos besos al cliente. Dice que lleva muy poco en el negocio, que acaba de empezar.
"Sé de compañeras que cobraban 80.000 pesetas y hoy piden 40 euros"
Algunas españolas se prostituyen a tiempo parcial para pagar deudas
Los proxenetas ofrecen jóvenes a los clientes por lo que lleven en el bolsillo
Los golpes envían a las chicas a la calle. En los clubes no se admiten las marcas
Es de madrugada. Ella ejerce de prostituta en una casa-club de teórico alto nivel, muy conocida en la costa mediterránea. Está a medio camino entre un local y un bajo. Es un formato en alza. Son espacios personalizados. Algunos cobran unos pocos euros la hora; otros, unos 150 o 200 euros el servicio. Pero unos y otros, en tiempos de mayor bonanza económica, habrían sido mucho más caros.
Al invitado le recibe una mujer madura. Hace sentar al cliente y tomar una copa y empiezan a desfilar mujeres, no demasiadas, las suficientes para que las recuerde. Algunas casas-club tienen horario de 24 horas y despiertan a las chicas cuando hay faena. El horario diurno facilita que el cliente acuda a la hora de almorzar; la discreción, la atención de la madame y diferentes ofertas especiales -a partir de 20 euros- han hecho que se mezclen los tipos con corbata y los que llevan mono de taller. Las casas de citas y locales de este estilo se multiplican sin regulación. Las chicas nacionales destacan. Se las muestra como atracción.
Con el boom de la prostitución extranjera en años pasados, las españolas parecían haber desaparecido del mercado, excepto del más marginal, el de los polígonos de pueblo. Ahora, en los anuncios de prostitución en periódicos y en televisiones locales se grita su presencia. Incluso, la especificidad local: señoritas catalanas, andaluzas... Según Laura, propietaria de una casa de masajes en pleno centro de Valencia, "cada día más chicas nacionales se ofrecen ahora para trabajar". Por ejemplo, Laura, de mediana edad, que fue prostituta, es española. "Caí en esto por falta fuerte de dinero", cuenta. "Hace años, las muchachas españolas podían trabajar de gogó de discoteca o de lo que hiciera falta, no necesitaban recurrir a esto, pero hoy la economía va muy mal". "Además", insiste, "ahora los mismos clientes pagan más por ellas". En su momento sucedió lo mismo con las extranjeras esculturales que llegaban a través de las mafias. Ahora, hasta en webs especializadas se destaca si tal o cual chica ha nacido en España.
La fundación Amaranta, dedicada a la acción social con mujeres en exclusión, ha comprobado este aumento de prostitución española en pisos particulares. Y también a través de Internet o el teléfono. En estos últimos casos, el sexo se practica en la calle, en el coche del cliente. "Son chicas que quieren conseguir dinero rápidamente y de manera concreta. Ven en la prostitución una posibilidad de hacer que cambie todo", explica Pilar Casas, directora de Amaranta. "En la mayoría de los casos se trata de casi adolescentes con un panorama familiar y social muy desestructurado". Piensan que el dinero les permitirá una vida más fácil, diferente de la que conocen. "Tienen un historial variado de abusos, poca cultura y habilidad social, y nula autoestima". Pilar Casas cree que son, de algún modo, "chicas para las que hoy es muy difícil participar del sistema y de sus exigencias, más aún en una situación de crisis económica".
Aunque en clubes y en la calle hay un 85% de extranjeras, las españolas ya llegan al 30% en las casas de citas, según Amaranta. Ese camino va unido al consumo de alcohol y cocaína. "Cada vez es más común", indica Laura. "La mayoría de las españolas ya tomaban antes de ser prostitutas, y, cuando ejercen, acaban de hundirse", añade. Según Pilar Casas, "muchas se buscan a traficantes como compañeros".
Un estudio de Carmen Meneses, de la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid, constata que las entrevistadas españolas habían tenido un consumo experimental de cocaína previo al ejercicio de la prostitución, mientras que el resto no. El alcohol y la cocaína les permiten sobrellevar la actividad que realizan. Algo que, por regla general, aborrecen. "Las consecuencias del consumo pueden llevar a la desprotección en las prácticas sexuales y a ser víctimas de agresiones por parte de los clientes". Esto se suma como una condena a todo tipo de deudas, algo que hoy atenaza a muchas jóvenes meretrices. Desde la hipoteca o alquiler, en el caso español, al pago a los mafiosos, en los de extranjeras. Desde el reparto de beneficios con proxenetas o dueños de club a la cirugía estética, algo muy común en las prostitutas del sector medio-alto.
Bien lo sabe Alicia, que cuenta a sus clientes que es venezolana, pero nació en Ecuador. Era de las que cobraba "50.000 pesetas antes del euro" en un pequeño y vetusto club de lujo español. En los últimos años, el precio no hizo más que bajar y el club cerró. Ahora, ha llegado a cobrar 60 euros en un enorme local de carretera, "y menos, si hace falta".
"En el mercado del supuesto lujo, los precios caen", corrobora Rocío Nieto, de la asociación para la reinserción de mujeres prostituidas APRAMP. Es consecuencia de la economía y de la increíble competencia. Según Nieto, "genera una mayor explotación, que expone a las mujeres a todo tipo de riesgos". Las prostitutas de lujo "se diferencian del resto en su educación y en sus maneras", explica Pilar Casas, de Amaranta, "pero también suelen provenir de un panorama íntimo de abusos". Según su experiencia, "como el cliente paga más, y ahora es una mala época, el trato es aún más vejatorio y exigente".
Parece estipulado que hay más de 300.000 chicas que alquilan su cuerpo en España. Se han barajado cifras estratosféricas y se ha especulado con la posibilidad de que el sector mueva de 32 a 40 millones de euros diarios. "Antes, la hermosura y la juventud se pagaban con mucho dinero en un club", explica Alex, antiguo propietario de casas de citas. "Ahora todas las señoritas son hermosas y jóvenes. La sensación es que hay más prostitutas regulares que clientes habituales".
Eso parece en El Caminàs, un largo sendero entre huertos castellonenses. Como en otros lugares de España, allí, ahora mismo, abundan las muchachas rumanas jóvenes y bellas que años atrás hubieran podido pertenecer al sector del lujo. Ahora, el chulo incluso las lleva del huerto a la casa del cliente en una moto de campo por 10 o 20 euros. También recorre esos campos una furgoneta con dos proxenetas, un colchón y varias rumanas. Los tipos le ofrecen la chica a cualquiera por lo que lleve en el bolsillo.
Otras muchachas son transportadas cada día en furgón hasta esa zona, donde pasan jornadas de 10 horas o más. Llevan sillitas de playa, algún bocadillo y una botella de agua que les quita la sed y les hace de bidé. Aceptan prácticas sexuales extravagantes y de riesgo. "Sólo lo normal no suele pedirlo ya casi nadie", explica Sofía. Dice que es de Jamaica, pero es africana. Decenas de chicas compiten con ella. Sofía aprieta un móvil con la mano; con él avisa a su vigilante -su proxeneta, que de vez en cuando aparece por los naranjos- cuando tiene un cliente.
Chicas moldavas se arrastran por El Caminàs con algún ojo morado y hasta con señales de mordiscos en la cara. Según la Unidad Central contra las Redes de Inmigración, la prostitución mafiosa de Europa del Este es la principal en España. La edad de las chicas oscila entre 18 y 22 años. Los golpes de los proxenetas las empujan a los caminos.
Laura no permite la interferencia de mafias. "Vinieron unos rusos a ofrecerme señoritas, que se podían cambiar cada cierto tiempo, y les dije que se fueran". "Si aceptas eso, luego te piden que abras 24 horas, luego que trafiques, va todo unido", expone. Tampoco ha tenido nunca orientales, que ahora se multiplican. "Las hacen pasar por japonesas, pero son chinas", explica.
Un trabajo realizado por investigadores del Instituto de Salud Carlos III (publicado en la revista Sexuality Transmited Infections) cataloga a España como el territorio desarrollado con mayor prevalencia de relaciones sexuales venales: uno de cada cuatro hombres ha pagado por sexo. La prostitución está asimilada. Especialmente, el moderno club de carretera ha sido el gran dispensador de ella. Pero hoy la discoteca sexual de grandes dimensiones también pasa por dificultades. El modelo se agota.
"Parece que está variando", explica Esperanza Casals, sexóloga y directora del grupo de psicología aplicada Espai. "Se ha dado una asimilación de la prostitución como un consumo lúdico y masivo desligado de la moral. Y lo ha hecho a través de la propaganda de esos locales, de la vinculación de su oferta a las despedidas de soltero y al fin de semana". Ahora, en época de recesión, intentan vender lo mismo de otro modo. Al igual que las tiendas de precio medio emulan los diseños de las firmas italianas, estos locales ofrecen clase preferente a precio de calle. El alto standing, sin serlo. Rebajas todo el año.
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Los últimos desaparecidos de Pinochet El juez Mario Carroza ha ordenado el procesamiento y arresto del ex vicecomandante del Ejército, ex integrante de la Junta Militar y luego senador designado, general retirado Santiago Sinclair y el de otros 26 militares, la mayoría de ellos adscritos a los servicios de seguridad de la época.
Sinclair, junto al ex jefe de la Dirección e Inteligencia del Ejército general retirado Hugo Prado y el actual coronel en activo Marco Antonio Bustos, fue imputado por el secuestro en septiembre de 1987 de cinco militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), una organización guerrillera que un año antes había atentado contra la vida de Pinochet. Los cinco militantes de izquierda fueron secuestrados para realizar un canje por el entonces coronel Carlos Carreño que estaba en poder del FPMR desde el 1 de septiembre de 1987. Los secuestros de los cinco jóvenes se produjeron entre el 9 y 10 del mismo mes en Santiago.
Por entonces, Sinclair ocupaba la vicecomandancia del Ejército y ejercía en plenitud las atribuciones del jefe de la rama castrense, pues Pinochet estaba dedicado a sus tareas en la jefatura del Estado. Sinclair era el más cercano colaborador del dictador que murió en el 2006, tanto que Pinochet también lo nombró su representante ante la Junta Militar que integraban los jefes de las Fuerzas Armadas y que actuaba como el poder legislativo. Más tarde, ya iniciada la recuperación democrática, Sinclair fue senador designado en representación del Ejército y con la venia de Pinochet, hasta 1998.
El juez Carroza estableció que a fines de 1987, y cuando el coronel Carreño ya había sido liberado en Brasil por el FPMR, Pinochet ordenó eliminar a los cinco jóvenes secuestrados. Esto quedó de manifiesto en una reunión de coordinación de los servicios de seguridad a la que asistió Sinclair y dio luz verde a la operación para borrar todo vestigio de los cinco izquierdistas que vivían en la clandestinidad cuando fueron arrestados. Al igual que como lo había hecho la DINA años antes, los cinco jóvenes fuerona sesinados en un cuartel, luego puestos en sacos con cadenas y finalmente transportados en un helicóptero para ser arrojados al mar a unos 120 kilómetros de Santiago.
Aunque Sinclair y los otros militares obtuvieron su libertad bajo fianza, el proceso estableció por primera vez la responsabilidad institucional del Ejército en cinco de los casi tres mil casos de ejecuciones sumarias y desaparición forzosa ocurridas en los 17 años de la dictadura de Pinochet.
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Más vale tarde que nunca
Cinco años de conflicto, más de trescientos mil muertos y cerca de tres millones de desplazados y refugiados parece que han sido razón suficiente para que la Corte Penal Internacional se plantee de una vez por todas poner a cada uno en su sitio. El fiscal jefe Luis Moreno Ocampo ha acusado al presidente de Sudán, Omar al Bachir, de crímenes de guerra, lesa humanidad y genocidio en
Darfur, una medida que sin duda alguna es un paso adelante para la promoción de la justicia internacional, pero que sin embargo llega muy tarde, una vez más, para todas las víctimas del genocidio.
Víctimas como esta niña y toda su comunidad, que tuvo que abandonar su aldea tras un ataque de las milicias extremistas progubernamentales Janjawid.